Hay contracturas de historias, cuando pasa el temblor de un día sin nombre.
Porque el nombre es casi siempre lo que da sentido.
Entonces, el secreto es estarse descontracturado, e intentar hasta la ultima herida que los días tengan nombre.
No importa cual sea, pero que sea.
O quizás puede haber otras maneras cuando no hay nombre posible, cuando el día no es ni mujer ni hombre sino un hibrido molesto.
Voy a la heladera y hay botellas de vidrio y de plástico.
Elijo la de plástico para nombrar el día. Y elijo el redondel pequeño y amarillo.
Entonces me acuesto en el sillón del living, con la tarea terminada
El día tiene nombre.
Día analgésico, me duermo complacido. Y lo que aún es peor conformesido .
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