Lo circular de aquella ventana lo
había atrapado para siempre.
Se había quedado con pocas imágenes
de aquella época.
Pero la ventana redonda estaba en
la puerta metálica de su memoria prendida con imanes en las cuatro puntas.
Y así andaba por allí buscándola
mientras buscaba.
El día que se encontraron en la
calle de casualidad el andaba como siempre con la ventana a cuestas y la
guitarra en la otra mano.
El día que se perdieron de algo
paso desapercibido para los dos.
Quizás porque el estaba mirando fascinado
por la ventana redonda que por fin habían encontrado en el remate de la
esquina.
Quizás porque ella no había
podido darse cuenta que el quería la ventana porque mágicamente la convertía a
ella, en dos.
Èl fascinado en el reflejo de su
ventana circular muy parecida a aquella de la pensión de mala muerte, aquella
de los primeros encuentros.
Ella convencida que no era la ventana lo que extrañaba…