Después de los baúles con ropa de
otros tiempos y del proceso que lo llevo a ser quien es.
El Tano, siguió con sus historias.
el convencido de que la ropa que vestía lo hacia ser el mismo.
Yo convencido de que la fe y el
consumo son casi lo mismo.
El tano se desgranaba cuando
contaba historias porque solo contaba aquello que de alguna manera era
importante para su vida.
Aquella tarde me contó como le
costaba dejar el mundo común.
Para pasar al mundo de aquel ser
supremo que predicaba.
Así me contó que la relación con
aquella mujer a la que había seguido en la plaza
Por haberle llamado la atención su
ropa, no estaba del todo bien.
Me contó que solo podían hacer aquellas tareas que implicaban agradar al supremo.
También me contó muy compungido,
como en su casa se hacia todo lo que el supremo y sus leyes dictaban desde el
librito azul.
Y la extraña tarde aquella en que
descubrió la alegría de saber que todo aquello era una ofrenda.
Entonces me acorde de aquella
mesa servida con vinos y comidas y aquella noche imparable de la que venia mal
dormido.
Y entendí que una ofrenda puede
ser una bendición o el mismo infierno