Una cantidad de jugadores de ludo.
En una mesa tablero.
Ya no juegan, recuerdan lo jugado.
Creen que el dado ya no podrá girar.
Hace tiempo que lo estudian
Mientras tanto no juegan.
Mientras tanto los números dadálicos
Se quedan en las caras quietos.
Y no giran, y no se vuelven instrumentos
azarosos, para el movimiento.
Porque los jugadores no son tales.
Los dados son cajitas cúbicas pecosas.
Y el jugador del sombrero, lo seguirá mirando.
Y la sombra del árbol de la plaza seguirá estando.
Sobre la mesa en la que miran el dado.
Eso es lo que tiene un buen cuadro, pienso
Mientras miro aquel ludo eterno y en el sofá pienso.
Que en un rato frente aquel no juego estaremos de nuevo.
Jugando mientras ellos para siempre
Pierden el tiempo por nosotros
Que inventamos juegos todo el tiempo
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